martes, 27 de mayo de 2008

Tendencias


No voy a hablar de las nuevas tendencias de la moda adulta, tan profusamente expuestas en el desfile de la procesión del Corpus, con algunos padres y madres tan vistosamente vestidos a la última de El Corte Inglés, ni tampoco de los nuevos trajes de comandante general de la marina o de los nuevos vestidos de princesa disney que los sufridos niños se ven obligados a lucir, tampoco hablaré de las últimas maravillas tecnológicas en fotografía y video digital que se mostraban para congelar ese momento mágico en que la niña echa flores hacia no sabe donde... no hablo de eso... eso forma parte de la parafernalia kitsch (y me atrevería decir: pagana) que se ha montado alrededor de esta procesión. Lo que sí quiero hablar es de la tendencia que los cristianos, sí, los cristianos de todos los dias, domingos y fiestas de guardar, de todos esos que van a misa y que han decidido, poco a poco y año tras año, abandonar esa procesión y quedarse en sus casas... me temo que en cierta medida avergonzados ante el espectáculo que se muestra. Así se está llegando al momento en que el Santísimo es una mera excusa para sacar a los niños comulgantes de paseo y hacer esos teatrillos tan bonitos con campanillas, flores y banda de música. Digo bien, una excusa: porque ¿dónde está toda esa gente el resto del año cuando la comunidad se reune a celebrar la eucaristía? Si esta fiesta surgió para contestar a los que dudaban de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, quizás ha llegado el momento de replantearla porque ahora el problema no es la duda, sino la indiferencia, y el peligro de banalización de todo lo sagrado... o dicho de otra manera ¿Cómo mantener esta procesión en un contexto de secularidad tan acusado? Sí ya lo sé... abnegación e identificación con Cristo pobre y humilde...

jueves, 15 de mayo de 2008

Transeúnte


Ayer, a la hora de misa, me encontré, en la puerta de la iglesia, a un hombre que estaba tumbado con síntomas de estar bastante bebido... Le pregunté qué hacía ahí, si le pasaba algo... él, creyendo que le echaba, me respondió que aquella casa era la casa de Dios y tenía derecho a estar ahí. Lo hizo con tal dulzura y con una cara de estar de vuelta de todo, que me conmovió. Le dí una pequeña limosna para que pudiese cenar, pero me quedé con esa sensación de impotencia y de no haberle atendido lo suficiente. Luego, durante la misa, le ví arrodillado en el último banco... pensé que quizás era una puesta en escena para que luego a la salida la gente sintiese un poco mas de piedad por él y asi conseguir algo más de dinero... pero no creo que fuese una pose, antes al contrario, una forma de estar ante Dios, de alguien que habiéndolo perdido todo, sólo conserva la fe.
Con la primavera comienza la procesión, y digo bien, procesión y no desfile, de los transeúntes que van y vienen de este a oeste y de norte a sur, como en una procesión de semana santa, en la que cada uno de ellos exhibe como eccehomos, el dolor de la vida, el abandono, la indiferencia, la enfermedad... Los hay exigentes, violentos, duros, huraños... y los hay tambien, amigables, dulces, humildes, que saben agradecer una simple palabra dirigida a ellos... Todos ellos nos interpelan, son los "pobres de Dios" porque a su pobreza material se une la pobreza de no querer o no tener fuerzas para salir de esa situación.
Hoy, leyendo el periódico, en una página central, dos fotos de un niño chino en una camilla al lado de su casa en ruinas, y una madre birmana con cinco o seis niños, al borde de campos anegados de agua, esperando una ayuda que nunca llega y con la amenza de nuevas y fuertes tormentas...
El dolor de nuestro mundo, cercano y lejano, está siempre ahí... También, gracias a Dios, la semilla de misercordia que Dios ha plantado en nuestros corazones.