
No voy a hablar de las nuevas tendencias de la moda adulta, tan profusamente expuestas en el desfile de la procesión del Corpus, con algunos padres y madres tan vistosamente vestidos a la última de El Corte Inglés, ni tampoco de los nuevos trajes de comandante general de la marina o de los nuevos vestidos de princesa disney que los sufridos niños se ven obligados a lucir, tampoco hablaré de las últimas maravillas tecnológicas en fotografía y video digital que se mostraban para congelar ese momento mágico en que la niña echa flores hacia no sabe donde... no hablo de eso... eso forma parte de la parafernalia kitsch (y me atrevería decir: pagana) que se ha montado alrededor de esta procesión. Lo que sí quiero hablar es de la tendencia que los cristianos, sí, los cristianos de todos los dias, domingos y fiestas de guardar, de todos esos que van a misa y que han decidido, poco a poco y año tras año, abandonar esa procesión y quedarse en sus casas... me temo que en cierta medida avergonzados ante el espectáculo que se muestra. Así se está llegando al momento en que el Santísimo es una mera excusa para sacar a los niños comulgantes de paseo y hacer esos teatrillos tan bonitos con campanillas, flores y banda de música. Digo bien, una excusa: porque ¿dónde está toda esa gente el resto del año cuando la comunidad se reune a celebrar la eucaristía? Si esta fiesta surgió para contestar a los que dudaban de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, quizás ha llegado el momento de replantearla porque ahora el problema no es la duda, sino la indiferencia, y el peligro de banalización de todo lo sagrado... o dicho de otra manera ¿Cómo mantener esta procesión en un contexto de secularidad tan acusado? Sí ya lo sé... abnegación e identificación con Cristo pobre y humilde...