sacerdote navarro en medio rural, deseoso de compartir la fe, experiencias y vida
jueves, 15 de mayo de 2008
Transeúnte
Ayer, a la hora de misa, me encontré, en la puerta de la iglesia, a un hombre que estaba tumbado con síntomas de estar bastante bebido... Le pregunté qué hacía ahí, si le pasaba algo... él, creyendo que le echaba, me respondió que aquella casa era la casa de Dios y tenía derecho a estar ahí. Lo hizo con tal dulzura y con una cara de estar de vuelta de todo, que me conmovió. Le dí una pequeña limosna para que pudiese cenar, pero me quedé con esa sensación de impotencia y de no haberle atendido lo suficiente. Luego, durante la misa, le ví arrodillado en el último banco... pensé que quizás era una puesta en escena para que luego a la salida la gente sintiese un poco mas de piedad por él y asi conseguir algo más de dinero... pero no creo que fuese una pose, antes al contrario, una forma de estar ante Dios, de alguien que habiéndolo perdido todo, sólo conserva la fe.
Con la primavera comienza la procesión, y digo bien, procesión y no desfile, de los transeúntes que van y vienen de este a oeste y de norte a sur, como en una procesión de semana santa, en la que cada uno de ellos exhibe como eccehomos, el dolor de la vida, el abandono, la indiferencia, la enfermedad... Los hay exigentes, violentos, duros, huraños... y los hay tambien, amigables, dulces, humildes, que saben agradecer una simple palabra dirigida a ellos... Todos ellos nos interpelan, son los "pobres de Dios" porque a su pobreza material se une la pobreza de no querer o no tener fuerzas para salir de esa situación.
Hoy, leyendo el periódico, en una página central, dos fotos de un niño chino en una camilla al lado de su casa en ruinas, y una madre birmana con cinco o seis niños, al borde de campos anegados de agua, esperando una ayuda que nunca llega y con la amenza de nuevas y fuertes tormentas...
El dolor de nuestro mundo, cercano y lejano, está siempre ahí... También, gracias a Dios, la semilla de misercordia que Dios ha plantado en nuestros corazones.
Etiquetas:
mis cosas
Publicado por
Diario de un cura de pueblo
en
13:39
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1 comentario :
Querido padre, o Chema,
Yo también he tenido experiencias similares, e inmediatamente le viene a uno a la cabeza la parábola del Rey que separa a las ovejas de las cabras.
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