sábado, 18 de enero de 2014

2º domingo TOA



Juan nos señala a Jesús como el salvador del mundo.  Nosotros, como aquellos primeros discípulos vemos solamente un ser humano.   Nosotros, como todos los cristianos tenemos que descubrir que la salvación está en eso, en ser humanos, en serlo al modo de Dios manifestado en Cristo.   No tenemos que buscar en el cielo, ni en los mitos, ni en el país de la fantasía, la manera de salvarnos.  Ni el dinero, ni el poder, ni la fama, nada de eso nos salva.  Es aquí, en esta tierra nuestra, en nuestra carne desnuda y en nuestro corazón donde está plantada ya la semilla que nos salva, si nos dejamos guiar por el Espíritu del Señor que nos impulsa a repetir los gestos que Jesús hizo en su paso por este mundo.    Hagamos pues, hermanos, el propósito en estos primeros días del año, de fijar nuestros ojos en este hombre, en Jesús de Nazaret, con la esperanza de que su testimonio nos convierta en verdaderos testigos suyos en nuestro mundo y así construir un mundo más humano, fraterno y justo.

miércoles, 8 de enero de 2014

Una de las manifestaciones más amables y expresivas de la misión
mesiánica de Jesús fue la multiplicación de los panes.
Se compadece de la gente: andan como ovejas sin pastor. Jesús está cerca de
los que sufren, de los que buscan. No está alejado del pueblo, sino en medio
de él. Como nuevo Moisés, da de comer a los suyos en el desierto. Su amor
es concreto, comprensivo de la situación de cada uno. Da de comer y predica
el Reino, alivia los sufrimientos anímicos y los corporales. Y a la vez
evangeliza.

domingo, 5 de enero de 2014

Noche de Reyes

        Qué nostalgia de aquellas noches de Reyes de mi infancia! No había cabalgata de Reyes, ni carrozas ni música por la calle,  sólo el relato que nos contaba la madre de lo que iba a pasar y la espectación que sentíamos mi hermano y yo.  Primero, poníamos un poco de paja y maiz en los balcones para los camellos, también alguna manta por si los pajes tenían frio... A eso de las diez de la noche, el padre y el abuelo se iban a esperar a los reyes a la entrada del pueblo. Aunque nuca supe por qué decían que iban con una manta mojada... Y nosotros a la cama, excitados, imaginando a esos reyes con sus camellos acercarse a nuestra casa,  era imposible dormir, con los oídos atentos a cualquier ruido. Todo era mágico. Y a la mañana siguiente,  qué alegría! saltando de la cama, con el pijama puesto, a ver los regalos...  Mandarinas y guirlache en el capazo donde estaba la paja del camello.   Un exim castillos, un coche de carreras, unos cuentos del Jabato o del Capitán Trueno, unos lápices de colores... poco más.  Era más que suficiente.  Y luego a la casa de los abuelos a ver si habían dejado algo allí.  Recuerdo el frío de las casas, la cama caliente por la "goma" de agua, cuando todavía nevaba estos dias, frío y frío pero el corazón ardiéndome...   El día de Reyes no podía faltar la misa con la familia... y luego, despues de comer, en el postre, el Rosco de Reyes, esperando a ver quien encontraba en su trozo la sorpresa que le permitía tener aún un último regalo...

       Me preguntaba hoy si los niños de ahora viven esta noche con la misma ilusión, despues que han pasado los Olentzeros y Papás Noeles.  Y pienso que Rilke tenía razón cuando decía que la verdadera patria del hombre es la infancia.