Se habla mucho de la basura que nos
vomita la televisión todos los días, con las historias de esos personajes y
personajillos que su único mérito es haberse arrimado a otro famosillo que a su
vez se arrimó a otro y así hasta el infinito. Amantes de cantantes y actrices,
modelos, exmaridos de hijas de toreros, personas y personajes que hacen de sus
intimidades una mercancía, dispuestos a todo por el dinero. Y luego esos programas que encierran a unas
personas en situaciones inverosímiles para que hora tras hora, día tras día,
contemplemos el transcurrir de sus vidas, excitados por el morbo. Realmente hay
que preguntarse hasta que punto nuestra sociedad está entrando en una espiral
de embrutecimiento al dedicar tanto tiempo y dinero a esas vidas de
miseria. Sí, algo grave está pasando
cuando somos capaces de encumbrar a este tipo de personajes y sin embargo
aquellos que realmente hacen algo por los demás gratuitamente pasan
desapercibidos. Este puede ser el caso
de nuestros misioneros. Miles de
compatriotas nuestros que anónimamente, están realizando en los países más
pobres una labor de titanes. ¡Qué sería
de este mundo sin ellos! ¡Quién nos iba
a recordar la injusticia en que viven tantos pueblos! ¡Quién iba a subir a las favelas del
Brasil, o bajar a los suburbios de las
ciudades africanas a llevar un poco de pan y cariño! ¡Quién iba a recoger a los muertos por las
calles de Calcuta!... Y encima sin
cobrar nada, sin ningún reconocimiento.
Sólo de vez en cuando, una noticia escueta en las televisiones sobre
ellos, sobre todo cuando en alguna masacre aparecen ellos como los únicos que
se quedan al lado del pueblo. Y es que
los misioneros parecen seres de otro planeta. Porque están a años luz de los
valores en boga, de lo que se nos vende en las TVs, de lo que todos aspiramos
como ideal de vida. Pero lo bueno de
todo esto es que no cabe ninguna duda de quién es más feliz: no hay más que
verlos en la Tv con esa alegría sin fingimiento que les sale del alma y
compararlos con esos rostros y esas posturas desencajadas del famoseo. Comparar
aquella monjita rescatada de la masacre de Ruanda que decía que estaba
esperando volver lo antes posible, con esa famosa que alardea de su adulterio.
Los
misioneros han entendido bien lo que Jesús nos decía hoy en el evangelio: que
El no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida por todos.
Ellos son la gloria y la honra de nuestra Iglesia y de la humanidad. Y hoy día del Domund en que
se nos solicita nuestra oración y nuestra ayuda económica, nosotros correspondemos con todo nuestro
aprecio y generosidad. Que el Señor nos haga a todos servidores de los demás, y
dé a la Iglesia misioneros y misioneras dispuestos a anunciar el evangelio a
todos los hombres.