sacerdote navarro en medio rural, deseoso de compartir la fe, experiencias y vida
lunes, 28 de abril de 2008
Crónica de un viaje a Lourdes
Cerca de 100 personas de parroquias de la Ribera, iniciamos el 25 de abril una peregrinación a Lourdes, con ocasión de la celebración del Jubileo del 150º aniversario de las apariciones. Para mí, era la quinta vez que visitaba esta ciudad, y reconozco que cada vez me gusta más ir allí, porque la fuente y el agua de la gruta son símbolo de algo mayor, de una fuente y agua espirituales que nos limpia y renueva por dentro dejándonos en el corazón un poso de alegría profunda. Creo que el Espirítu Santo anda muy cerca de aquella gruta de Massavielle. No sería de extrañar dado que allí se venera a Santa María y ya sabemos que el Espíritu y la Virgen forman una buena pareja…
Este domingo leíamos en la primera lectura el relato de la predicación de Felipe en Samaría: “de muchos poseídos salían los espíritus inmundos lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados se curaban. La ciudad se llenó de alegría” Hch 8,8. Esto mismo podría decirse de Lourdes. Porque también allí se proclama la misericordia de Dios y se anuncia el Evangelio, también allí muchos se convierten y son curados de sus males. Y también allí se respira la alegría, esperanzada en los enfermos, contenida en los adultos, y espontánea en los miles de jóvenes y niños que allí se concentran.
Recuerdo que en alguna visita mia anterior, no pude desembarazarme de esa necesidad de racionalizarlo todo, de encontrar explicaciones racionales a las apariciones, siempre las dudas y el escándalo del comercio que el pueblo de Lourdes ha montado alrededor del Santuario. Con los años me voy dando cuenta que la mejor manera de entrar en el misterio de Lourdes es dejar los prejuicios, intentar mirar sin enjuiciar, y dejar que surjan desde el corazón los sentimientos para que, desde ellos, descubrir lo que allí se nos da. Y los sentimientos en Lourdes se dan con facilidad: es difícil no conmoverse ante la visión de tantos y tantos enfermos, de todas las edades, con todas las dolencias, cada uno con su historia personal de sufrimiento y de fe, hecha de grito y de silencio. Y los que les acompañan, familiares y voluntarios, a veces con más lágrimas en los ojos que los propios enfermos. Luego viene el sentimiento de universalidad, de sentirse pequeño en la comunidad cristiana de nuestro pueblo y reconociendo lo grande que es la Iglesia, que abarca tantas personas de todas las lenguas y razas, con las cuales coincides codo a codo rezando, bebiendo en las fuentes o haciendo cola para pasar debajo de la gruta. También está el cansancio, pero no es un cansancio que te derrumba, es un cansancio que sabes que es benéfico, fecundo, porque intuyes que todo tiene sentido… que es necesario. Y de todos estos sentimientos surge una fe renovada, una esperanza en que el mal y la enfermedad tienen remedio y un deseo de acoger en caridad el sufrimiento propio y ajeno.
La tarde de nuestro primer día de peregrinación lo dedicamos a hacer el recorrido que la organización ha diseñado para celebrar el Jubileo. Un recorrido que pasa por los sitios fundamentales de la vida de Santa Bernardette: la pila bautismal en la Iglesia del Sagrado Corazón, el Cachot (calabozo) donde vivió con su familia en el tiempo de las apariciones, el Santuario con la Gruta y el Convento donde la Santa estuvo acogida durante unos años después de las apariciones y donde fue madurando su vocación religiosa. Un recorrido quizás muy duro para las personas mayores, porque hay que subir no pocas cuestas, pero rico de contenido. Por la noche la procesión de las antorchas, miles de voces rezando el rosario en varios idiomas y cantando el Ave. Un momento de intensa emoción.
La mañana del día siguiente, muy temprano, después del desayuno hicimos el Vía crucis que transcurre en una pequeña montaña al lado de las basílicas. Un kilómetro y medio en medio de una vegetación exuberante, con los pirineos nevados al fondo y unas estatuas doradas de tamaño natural que van ilustrando las distintas estaciones. Para mi, como entorno, el mejor que he visto nunca. Luego la misa en la capilla de San Maximiliano Kolbe y después, deprisa a llenar las botellas de agua para traer a familiares y amigos. De vuelta al hotel para comer, aún un poco de tiempo para comprar algún recuerdo…
Un enigma nos surgió durante la visita: ¿por qué la respuesta que la Virgen le dio a Bernardette cuando le preguntó sobre su nombre estaba en castellano? Efectivamente, debajo de la imagen de la gruta figuran estas palabras: “Que soy, era, Inmaculada Concepción” Alguno nos dijo que la respuesta estaba en la jota que dice algo así: “que la virgen del Pilar ha dicho, que no quiere ser francesa, que quiere ser capitana de la tropa aragonesa”… nos reimos un poco con la ocurrencia pero la verdad nos la dieron en el stand de información: “la lengua que hablaban Bernardette y todos en esa región de Lourdes era el patois, un dialecto francés, que por lo visto tiene similitudes con el castellano”
El sábado 26 volvíamos por la noche cansados y agotados pero con la intención de volver alguna otra vez.
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Pastoral
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10:57
lunes, 21 de abril de 2008
San Anselmo de Canterbury
No se me ha ocurrido otra cosa mejor que en la misa de la tarde predicar a mis feligreses intentando explicarles el argumento ontológico de San Anselmo.
Desde luego creo que me he pasado siete pueblos, como vulgarmente se dice. Espero que esta noche duerman bien todas mis abuelas y que no piensen demasiado en el argumento... jejeje. Pero no he podido menos, porque he estado dándole vueltas todo el día y porque a pesar de lo que dijo Kant, no cabe duda que el argumento está forzando a la razón a que acepte su conclusión. Es fascinante.
Vaya tío debió ser este San Anselmo, nombrado obispo de Inglaterra por el monarca de turno el cual le quiso luego manejar a su antojo para conseguir sus fines. Pero Anselmo se negó y defendió siempre la libertad de la Iglesia. Todo un hombre y un gran santo.
¡Qué bien se está en la iglesia con esta gente!
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Diario de un cura de pueblo
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21:30
sábado, 19 de abril de 2008
Nubes
Estos días de abril nos están dejando las lluvias tan deseadas y necesarias. Pero también con las tormentas y los chubascos, la naturaleza nos trae un espectáculo maravilloso: el desarrollo de las nubes en el cielo. Hacía mucho tiempo que no veía, día tras día, unos atardeceres tan magníficos. Ayer, al norte un cielo limpio de un azul intenso con una luna casi llena esplendorosa y al sur un desarrollo de cúmulos iluminados por detrás por el sol poniente... Hoy, un cielo añil poblado de nubes de todas las clase: cúmulos, nimbos, estratos... y en el horizonte algunas incendiadas de color púrpura por el sol. Y encima con los cascos oyendo las cuatro estaciones de Vivaldi, y el aire fresco en la cara.... ¿Se puede pedir más? ¡Qué sensación de plenitud y de comunión con la naturaleza!
Las nubes me gustan mucho, siempre miro al cielo buscandolas, me gusta fotografiarlas, me gusta ver como cambian de color, como crecen,se mueven y desparecen, me gusta imaginar los objetos que dibujan, y siempre elevan mi pensamiento a Dios. En mi ordenador las utilizo como salvapantallas, y en mis videoclips siempre las utilizo con cualquier tema.
El otro día leí que hay "cazadores de nubes", y que en Australia se da una "gran nube" de miles de kilómetros, que aparece de vez en cuando y congrega a centenares de persona para verla.
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mis cosas
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Diario de un cura de pueblo
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21:25
jueves, 17 de abril de 2008
Pascua
Alegría, esperanza renovada, fuerza de voluntad para confirmar la fe y las promesas del bautismo... son actitudes y sentimientos que tenemos en la Pascua, y no cabe duda que se dan, en momentos de oración, en la celebración de la eucaristía, en encuentros con creyentes como los catequistas... Pero ante todo, y para mí, esta Pascua está suponiendo la confirmación de mi amor a la Iglesia. Y de esta Iglesia real, la de todos los dias, la de las abuelas que vienen a misa, la de los niños y jovenes que apenas pueden entrever quién es Jesús de Nazaret entre la maraña del consumismo en que vivimos, la Iglesia de esas catequistas que se esfuerzan por dar lo mejor que saben la catequesis, la Iglesia de los misioneros y también la Iglesia de la jerarquía con la que a veces me cuesta admitir sus mensajes; mi Iglesia, mi querida Iglesia que camina en este mundo de Dios entre luces y sombras, esta Iglesia que como a mi madre, la amo cada día más, no por ser perfecta, ni por ser la mejor, sino porque como mi madre, me ha engendrado a esta vida de cristiano y me ha permitido conocer a Jesucristo. Quiero estar en esta Iglesia siempre y cuando me muera espero resucitar y estar junto con tantos santos y personas admirables que han pertenecido a ella durante los siglos, y junto a todos que formamos esta gran familia. Quiero vivir y morir en esta Iglesia. La amo, la critico, sí, e intento que esa crítica sea siempre constructiva, porque me duele cuando veo sus defectos, pero la amo. Y me duele cuando se habla de la Iglesia desde fuera, con desconocimiento, y con clichés y tópicos...
Gracias Dios mío, por haberme permitido vivir y servir en tu Iglesia. Este es el sentimiento mas profundo para mi durante esta Pascua: el agradecimiento.
Espero Señor, que me ayudes a que de este sentimiento surja en mi, un mejor y más humilde servicio sacerdotal.
Gracias Dios mío, por haberme permitido vivir y servir en tu Iglesia. Este es el sentimiento mas profundo para mi durante esta Pascua: el agradecimiento.
Espero Señor, que me ayudes a que de este sentimiento surja en mi, un mejor y más humilde servicio sacerdotal.
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