jueves, 17 de abril de 2008

Pascua

Alegría, esperanza renovada, fuerza de voluntad para confirmar la fe y las promesas del bautismo... son actitudes y sentimientos que tenemos en la Pascua, y no cabe duda que se dan, en momentos de oración, en la celebración de la eucaristía, en encuentros con creyentes como los catequistas... Pero ante todo, y para mí, esta Pascua está suponiendo la confirmación de mi amor a la Iglesia. Y de esta Iglesia real, la de todos los dias, la de las abuelas que vienen a misa, la de los niños y jovenes que apenas pueden entrever quién es Jesús de Nazaret entre la maraña del consumismo en que vivimos, la Iglesia de esas catequistas que se esfuerzan por dar lo mejor que saben la catequesis, la Iglesia de los misioneros y también la Iglesia de la jerarquía con la que a veces me cuesta admitir sus mensajes; mi Iglesia, mi querida Iglesia que camina en este mundo de Dios entre luces y sombras, esta Iglesia que como a mi madre, la amo cada día más, no por ser perfecta, ni por ser la mejor, sino porque como mi madre, me ha engendrado a esta vida de cristiano y me ha permitido conocer a Jesucristo. Quiero estar en esta Iglesia siempre y cuando me muera espero resucitar y estar junto con tantos santos y personas admirables que han pertenecido a ella durante los siglos, y junto a todos que formamos esta gran familia. Quiero vivir y morir en esta Iglesia. La amo, la critico, sí, e intento que esa crítica sea siempre constructiva, porque me duele cuando veo sus defectos, pero la amo. Y me duele cuando se habla de la Iglesia desde fuera, con desconocimiento, y con clichés y tópicos...
Gracias Dios mío, por haberme permitido vivir y servir en tu Iglesia. Este es el sentimiento mas profundo para mi durante esta Pascua: el agradecimiento.
Espero Señor, que me ayudes a que de este sentimiento surja en mi, un mejor y más humilde servicio sacerdotal.

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