viernes, 3 de julio de 2009

De funerales y sus excesos


Hace unos dias asistí como concelebrante al funeral por un joven accidentado. El pueblo entero estaba en la iglesia compartiendo el dolor de la familia, como es natural, muchos jóvenes con rostro compungido y mirada perdida, como incapaces de comprender y aceptar lo que había pasado...
El sacerdote con ánimo de consolar y dar esperanza, habló, entre otras cosas, de la vida que el fallecido gozaba ya junto a Dios, una vida feliz y alegre, porque el fallecido había amado y Dios era amor, que si tal y que si cual... Comprendo que en situaciones así tiene que haber palabras de consuelo, pero hay una línea que mi compañero se saltó y que yo a veces tambien me he saltado, la linea que separa nuestro deseo, de la acción de Dios. Parece como si por el hecho de morir ya tuviéramos derecho al cielo, sin dejar en todo esto espacio para el juicio misericordioso de Dios. Quiero decir que una cosa es pedir a Dios que acoja a nuestro hermano difunto y otra muy distinta es usurpar su puesto como Dios. Casi suena a veces, como si le obligásemos a dar vida al difunto y ponerle a su derecha.
En fin, comprendo que en esas circunstancias mantener la ortodoxia puede ser dificil y siempre la intención es la de consolar a una familia desolada. Pero son cosas que al menos yo, voy a tener en cuenta...

2 comentarios :

Anónimo dijo...

Excelente. Comparto dicho pensamiento.

Anónimo dijo...

Tienes razón en lo que dices pero Dios quiere a todos sus hijos con Él y como es omnipotente así ha de ser finalmente, cuando acaben todos los ciclos. Nadie quedará fuera. Un saludo.