Con tristeza veía ayer a los niños de mi pueblo pasearse por las calles con ridículos disfraces de brujas y zombies, pidiendo por las cases caramelos. Tristeza porque hemos adquirido esta costumbre foránea, que no tiene ninguna tradición entre nosotros, y por otro lado estamos perdiendo el sentido cristiano de la muerte. ¿Quién les dirá a estos niños una palabra sobre la resurrección de los muertos que esperamos y que no tiene nada que ver con la resucitación de los muertos de las películas? ¿Quién les hablará hoy a estos niños que la felicidad no está en pasarlo bien, consumir y tener cosas, sino en hacer el bien a los demás? ¿Quién les explicará hoy a estos niños lo que es morir, como dormir en las manos de Dios, esperando que El nos resucite, mientras nuestro cuerpo descansa en el cementerio (dormitorio)?
Veo a esas madres llevando a sus niños disfrazados de puerta en puerta, pero no veo a esas madres con sus niños en el cementerio, porque piensan que los niños no tienen que sufrir y ver cosas desagradables, y mucho menos en la Iglesia, porque en ella se aburren.
Todos tenemos algo de culpa en que el mensaje cristiano deje paso a esta carnavalada del Halloween. Luego nos extrañamos que muchos adolescentes y jóvenes no encuentren horizontes o ideales para su vida, o que entiendan la vida como el pasarlo lo mejor posible, con la frustración de comprobar demasiado tarde que la vida no funciona asi.
sacerdote navarro en medio rural, deseoso de compartir la fe, experiencias y vida
jueves, 1 de noviembre de 2012
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