Saliendo de misa, saludo a una persona cuya hermana falleció después de una grave enfermedad en poco más de 9 meses. Le pregunto como está, y me contesta que le es muy difícil creer en Dios, que de hecho no puede creer después de vivir el sufrimiento que el cáncer le produjo a su hermana y a toda la familia... Comprendo que son momentos mas bien para acompañar en ese dolor, más que para entrar en disquisiciones, sólo le invito a considerar la cruz de Cristo, y a unir su experiencia al Señor, a pedirle luz y consuelo....
Después reflexiono en casa sobre esta situación. Me doy cuenta que la dificultad para creer que proclama esta señora no proviene tanto de la experiencia del mal que les ha golpeado, sino de la falta de fe que tenía antes. Me hubiera gustado preguntarle: ¿pero tú ya tenias fe antes de la enfermedad de tu hermana?. Porque creo que esa es la clave. De hecho creo que la experiencia del mal no es lo que suscita ateos, sino más bien la ignorancia sobre lo que significa la fe, el no haber tenido una buena iniciación y vida cristianas.
El grito desgarrador de Jesús en la cruz: "Dios mío por qué me has abandonado", no es el grito del que desespera ante el abismo de la nada, sino del Hijo que siente la ausencia del Padre. Jesús mantiene su confianza en el Padre, aunque el sufrimiento es, si cabe, más extremo. por esa ausencia que por el dolor de los clavos y lanza... .
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