Esta
Cuaresma no haría falta ir a las iglesia para rezar el Viacrucis, y esta próxima
Semana Santa podrían quedarse sin salir las procesiones con sus pasos y sus
nazarenos. Porque nuestras calles,
plazas y casas, están ya llenas de viacrucis y procesiones.
Ahí
están, caminando a nuestro lado, cabizbajos, verdaderos nazarenos que llevan
sobre sus espaldas la cruz insoportable del desempleo, ¿no habrá un empresario
con cara de Cirineo que les eche una mano?.
Ahí están esas madres dolorosas que ven como sus hijos se desangran de
esperanza, gota a gota, lentamente, encerrados en sus casas porque quieren
esconder la vergüenza de su indigencia entre cuatro paredes. También hay Verónicas, cómo no, mayormente
abuelos y abuelas que estiran y estiran sus exiguas pensiones para ayudar a sus
hijos y nietos, y enjugar sus lágrimas...
Y
están también los que miran, los que sólo miran, y se lamentan, como aquellas
mujeres de Jerusalén, pero que no hacen nada, sólo dejar su queja en el
aire... Y por no faltar en esta
procesión, no faltan esos verdugos de nuestra economía y bienestar que día tras
día salen de sus madrigueras como serpientes, escupiendo su corrupción sobre
nuestras caras, como veneno que nos paraliza, haciendo más insoportable si cabe
el peso de la cruz, y dejándonos con la pregunta: ¿hasta cuando podremos
soportar tanta infamia? Mientras tanto, Pilato, Caifás, Anás, y hasta el
emperador, siguen en sus despachos, en sus poltronas, con sus cálculos
estadísticos, sus números, su ordenamiento, su convergencia, su "no hay
alternativa"... ajenos al sufrimiento... ¿ajenos? ¡No!: piensan quizá, que
es inevitable que cierto porcentaje de la población sufra "los daños
colaterales".
Sufrimiento,
dolor, tristeza, desamparo, son sólo palabras que no consiguen definir lo que
expresan esos rostros que vienen pidiendo a nuestras casas, instituciones, parroquias,
a nuestras Cáritas, buscando un agarradero para que la corriente de la pobreza
no les arrastre.
Muchos
están llegando ya al final del Calvario, y pronto serán crucificados. Me temo que pronto va a haber tantas cruces
que nuestro paisaje será eso, sólo eso: un inmenso Calvario.
¡Hagamos
que la Resurrección sea posible! ¡Luchemos por un mundo más fraterno, cada uno
desde sus posibilidades!
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