sacerdote navarro en medio rural, deseoso de compartir la fe, experiencias y vida
domingo, 23 de febrero de 2014
viernes, 21 de febrero de 2014
Por la no-violencia.... Dom 7º T.O.A
Muchas veces hemos tenido que reconocer aquí, que esto de ser cristianos, es muy difícil, casi imposible. Escuchamos el mensaje del evangelio, nos ilusiona el proyecto de Jesús, pero casi inmediatamente constatamos su dificultad, el abismo que se abre entre sus exigencias y nuestra vida de todos los días. Sabemos que es bueno amar incluso a nuestros enemigos, pero qué difícil se nos hace perdonar y amar incluso a nuestros amigos. Sabemos que es bueno y necesario compartir lo que tenemos, pero qué difícil se nos hace el desprendernos de algo verdaderamente importante en favor de los otros. Nuestra fe y nuestra experiencia cristiana están siempre traspasadas por la frustración de querer ser mejores y no conseguirlo. El mismo San Pablo, cuando ya llevaba años siendo apóstol de los gentiles, después de haber fundado gran número de comunidades y depués de haber entregado su vida por completo al evangelio, reconocía en una de sus cartas que no hacía el bien que quería y sin embargo hacía el mal que no quería, y se quejaba diciendo: “¡Quién me librará de este cuerpo de perdición!”. Esta experiencia de San Pablo es común para todos los cristianos: hacemos el mal que no queremos y no hacemos el bien que queremos hacer. Esta experiencia nos está hablando de que los hombres somos criaturas, que no lo podemos todo, que a menudo nos encontramos divididos en nuestro interior, y esa división es la sombra que proyecta el pecado que todos llevamos con nosotros. Y muchos, a veces también repetimos con San Pablo, ¡quién nos librará de nuestra miseria y de esta maldad que llevamos dentro! Y todos tenemos un deseo común, un anhelo de algo mejor para nosotros y nuestras familias, un mundo mejor, unas relaciones más amistosas con los vecinos, más paz y justicia para todos, etc. etc.
Jesús nos ofrece una
salida a este círculo infernal. Y hoy lo hace desde el evangelio con una
propuesta sorprendente: “Sed perfectos
como vuestro Padre es perfecto” ¿Qué nos propone Jesús? ¿Ser como dioses?. Si lo hubiese dicho otra persona hubiésemos
pensado que estaba de guasa, pero lo dice precisamente aquél que mejor conocía
hasta qué punto puede ser ruin y mezquino el ser humano. Pero Jesús también sabía de la fuerza y
poder de Dios, para el que todo es posible si el hombre y la mujer acoge con
humildad su ayuda. Así, cuando Jesús
nos está exigiendo que seamos como Dios, no lo hace fijándose tanto en nuestra
débil naturaleza como en la posibilidad que el ser humano tiene de acoger la
fuerza y el poder del amor de Dios. Lo que importa es pues, reconocerlo,
reconocer primero, que el mensaje del evangelio es la mejor, la única vía de
salvación para el hombre. Reconocer que
hay que optar por la no violencia, por la tolerancia, por el perdón y por la
solidaridad, como caminos en los que realizarnos como personas. Y reconocer en segundo lugar, que por
nosotros mismos, no podemos nada.
Y hoy le pedimos al
Señor que nos de su fuerza, su amor
para poder amar como El ama, y así un día El pueda colmar todos nuestros
anhelos y nos permita participar de la gran fiesta del encuentro definitivo de
Dios con la humanidad.
Publicado por
Diario de un cura de pueblo
en
12:57
sábado, 15 de febrero de 2014
Moral de mínimos y de máximos: La sabiduría de la Cruz. Evangelio domingo 6º T.O.A
Hace unos días me preguntaba una madre de
un niño de primera comunión a ver cuándo les íbamos a enseñar a los niños los
10 mandamientos. Yo le dije que ya
llegará el momento pero que de todas maneras recordase que su niño era
cristiano y no era judío. Se quedó
mirándome un poco extrañada y me dijo que a ella de pequeña le habían enseñado
los 10 mandamientos y que eso era muy importante y que los niños tenían que
aprenderlos. Yo le contesté que lo importante es aprender las actitudes del
evangelio y no tanto el saber unas normas.
Que ya nos podíamos dar por contentos si los niños de primera comunión
aprendiesen durante este año sólo dos cosas de lo que significa ser cristiano:
a compartir y a perdonar. ¡ojalá, pensé
para mis adentros, lo aprendiésemos también los adultos!. La madre me parece que no se quedó muy
conforme con lo que le dije. Es verdad,
a mí también de pequeño me enseñaron los 10 mandamientos, todo eso de no decir
el nombre de Dios en vano, honrar a los padres, no matar, no cometer actos
impuros, no robar, no mentir, etc. etc.
Pero también es verdad que con eso hemos conseguido hacer un
cristianismo de mínimos, un cristianismo de cumplir unas normas, pero el verdadero espíritu de los 10 mandamientos,
como nos lo recordará Jesús, nos lo
hemos saltado a la torera.
Mi
diálogo con ésta madre que con toda su buena voluntad estaba preocupada por la
catequesis de su niño, es muy parecido al que Jesús tuvo con sus discípulos tal
como hemos leído en el evangelio de hoy.
Jesús les decía “no creáis que he venido a abolir la ley; no he venido a
abolir, sino a dar plenitud... escuchad, si no sois mejores que los letrados y
fariseos no entraréis en el reino de los cielos”. Jesús les está diciendo a sus discípulos que
la ley de Moisés, cumplir los 10 mandamientos, no es suficiente, eso también lo
hacen los letrados y los fariseos. Para ser discípulos de Jesús hay que tener
siempre en la mente, en la boca y en el corazón la actitud del más. No sólo no matar, sino defender siempre la
vida, la vida amenazada de los niños en el vientre de su madre, y la vida de
los mongólicos o de los enfermos de SIDA y terminales, o la vida de ancianos. No sólo no matar, sino amar al enemigo y buscar
siempre la reconciliación, y si antes de ir a misa recordamos que estamos
reñidos hay que intentar la reconciliación. No
basta con no desear a la mujer del vecino, sino que hay que conseguir que la
mujer del vecino, y el marido de la vecina, sean considerados y vistos como
personas y no como objetos de mi deseo.
No basta con no robar, sino que hay que compartir lo que tenemos,
incluso lo necesario para vivir.
Ser
seguidor de Jesús es entrar en una dinámica del desbordamiento, una moral del dar más de lo merecido, del
hacer más de lo que debemos, del entregarse más de lo necesario. Es la moral
del más. Y todo esto ¿porqué? pues sencillamente porque Dios nos lo ha dado
ya todo, nos ha dado la vida, su amor, a su Hijo, y la vida eterna. Ante nosotros está el conformarnos con una moral de mínimos o
entrar en la aventura apasionante de vivir como hijo de Dios. San Pablo decía que “todo esto era una
sabiduría que no es de este mundo pero ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el
hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman”.
Que
el Señor nos dé su fuerza para aceptar su mensaje y adherirnos a su persona.
Publicado por
Diario de un cura de pueblo
en
18:14
sábado, 8 de febrero de 2014
domingo, 2 de febrero de 2014
sábado, 1 de febrero de 2014
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