viernes, 21 de febrero de 2014

Por la no-violencia.... Dom 7º T.O.A


Muchas veces hemos tenido que reconocer aquí,  que esto de ser cristianos, es muy difícil, casi imposible.   Escuchamos el mensaje del evangelio, nos ilusiona el proyecto de Jesús, pero casi inmediatamente constatamos su dificultad, el abismo que se abre entre sus exigencias y nuestra vida de todos los días.   Sabemos que es bueno amar incluso a nuestros enemigos, pero qué difícil se nos hace  perdonar y amar incluso a nuestros amigos.   Sabemos que es bueno y necesario compartir lo que tenemos, pero qué difícil se nos hace el desprendernos de algo verdaderamente importante en favor de los otros.    Nuestra fe y nuestra experiencia cristiana están siempre traspasadas por la frustración de querer ser mejores y no conseguirlo. El mismo San Pablo, cuando ya llevaba años siendo apóstol de los gentiles, después de haber fundado gran número de comunidades y depués de haber entregado su vida por completo al evangelio, reconocía en una de sus cartas que no hacía el bien que quería y  sin embargo hacía el mal que no quería, y se quejaba diciendo: “¡Quién me librará de este cuerpo de perdición!”.     Esta experiencia de San Pablo es común para todos los cristianos: hacemos el mal  que no queremos y no hacemos el bien que queremos hacer.  Esta experiencia nos está hablando de que los hombres somos criaturas, que no lo podemos todo, que a menudo nos encontramos divididos en nuestro interior, y esa división es la sombra que proyecta el pecado que todos llevamos con nosotros.   Y muchos, a veces también repetimos con San Pablo, ¡quién nos librará de nuestra miseria y de esta maldad que llevamos dentro!  Y todos tenemos un deseo común, un anhelo de algo mejor para nosotros y nuestras familias, un mundo mejor, unas relaciones más amistosas con los vecinos, más paz y justicia para todos, etc. etc. 

          Jesús nos ofrece una salida a este círculo infernal. Y hoy lo hace desde el evangelio con una propuesta sorprendente:  “Sed perfectos como vuestro Padre es perfecto” ¿Qué nos propone Jesús? ¿Ser como dioses?.  Si lo hubiese dicho otra persona hubiésemos pensado que estaba de guasa, pero lo dice precisamente aquél que mejor conocía hasta qué punto puede ser ruin y mezquino el ser humano.   Pero Jesús también sabía de la fuerza y poder de Dios, para el que todo es posible si el hombre y la mujer acoge con humildad su ayuda.   Así, cuando Jesús nos está exigiendo que seamos como Dios, no lo hace fijándose tanto en nuestra débil naturaleza como en la posibilidad que el ser humano tiene de acoger la fuerza y el poder del amor de Dios. Lo que importa es pues, reconocerlo, reconocer primero, que el mensaje del evangelio es la mejor, la única vía de salvación para el hombre.  Reconocer que hay que optar por la no violencia, por la tolerancia, por el perdón y por la solidaridad, como caminos en los que realizarnos como personas.  Y reconocer en segundo lugar, que por nosotros mismos, no podemos nada. 

          Y hoy le pedimos al Señor que nos de su fuerza, su amor para poder amar como El ama, y así un día El pueda colmar todos nuestros anhelos y nos permita participar de la gran fiesta del encuentro definitivo de Dios con la humanidad.

sábado, 15 de febrero de 2014

Moral de mínimos y de máximos: La sabiduría de la Cruz. Evangelio domingo 6º T.O.A



Hace unos días me preguntaba una madre de un niño de primera comunión a ver cuándo les íbamos a enseñar a los niños los 10 mandamientos.   Yo le dije que ya llegará el momento pero que de todas maneras recordase que su niño era cristiano y no era judío.  Se quedó mirándome un poco extrañada y me dijo que a ella de pequeña le habían enseñado los 10 mandamientos y que eso era muy importante y que los niños tenían que aprenderlos. Yo le contesté que lo importante es aprender las actitudes del evangelio y no tanto el saber unas normas.   Que ya nos podíamos dar por contentos si los niños de primera comunión aprendiesen durante este año sólo dos cosas de lo que significa ser cristiano: a compartir y a perdonar.  ¡ojalá, pensé para mis adentros, lo aprendiésemos también los adultos!.  La madre me parece que no se quedó muy conforme con lo que le dije.  Es verdad, a mí también de pequeño me enseñaron los 10 mandamientos, todo eso de no decir el nombre de Dios en vano, honrar a los padres, no matar, no cometer actos impuros, no robar, no mentir, etc. etc.   Pero también es verdad que con eso hemos conseguido hacer un cristianismo de mínimos, un cristianismo de cumplir unas normas,  pero el verdadero espíritu de los 10 mandamientos, como nos lo recordará Jesús,  nos lo hemos saltado a la torera. 

            Mi diálogo con ésta madre que con toda su buena voluntad estaba preocupada por la catequesis de su niño, es muy parecido al que Jesús tuvo con sus discípulos tal como hemos leído en el evangelio de hoy.   Jesús les decía “no creáis que he venido a abolir la ley; no he venido a abolir, sino a dar plenitud... escuchad, si no sois mejores que los letrados y fariseos no entraréis en el reino de los cielos”.  Jesús les está diciendo a sus discípulos que la ley de Moisés, cumplir los 10 mandamientos, no es suficiente, eso también lo hacen los letrados y los fariseos. Para ser discípulos de Jesús hay que tener siempre en la mente, en la boca y en el corazón la actitud del más.  No sólo no matar, sino defender siempre la vida, la vida amenazada de los niños en el vientre de su madre, y la vida de los mongólicos o de los enfermos de SIDA y terminales, o la vida de ancianos.  No sólo no matar, sino amar al enemigo y buscar siempre la reconciliación, y si antes de ir a misa recordamos que estamos reñidos  hay que intentar la reconciliación. No basta con no desear a la mujer del vecino, sino que hay que conseguir que la mujer del vecino, y el marido de la vecina, sean considerados y vistos como personas y no como objetos de mi deseo.   No basta con no robar, sino que hay que compartir lo que tenemos, incluso lo necesario para vivir.

            Ser seguidor de Jesús es entrar en una dinámica del desbordamiento,  una moral del dar más de lo merecido, del hacer más de lo que debemos, del entregarse más de lo necesario. Es la moral del más.  Y todo esto ¿porqué?  pues sencillamente porque Dios nos lo ha dado ya todo, nos ha dado la vida, su amor, a su Hijo, y la vida eterna.  Ante nosotros está  el conformarnos con una moral de mínimos o entrar en la aventura apasionante de vivir como hijo de Dios.  San Pablo decía que “todo esto era una sabiduría que no es de este mundo pero ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que le aman”.

            Que el Señor nos dé su fuerza para aceptar su mensaje y adherirnos a su persona.

Videoclip Dom 6º T O A (según un texto de Pagola)