Este año, con la ausencia del Alcalde de Pamplona y algunos concejales en la Misa de San Fermín, ha surgido la polémica. Una polémica que es redundante y que suele aparecer siempre que hay autoridades civiles que asisten a una celebración religiosa. Véase la coronación del Rey, el funeral de militares muertos en accidentes, etc. etc. En definitiva el problema es cómo conjugar las tradiciones con la pluralidad religiosa y la libertad de conciencia. Volviendo al caso de San Fermín de este año, a mi modo de entender se equivocan todos aquellos que denigran al Alcalde por no haber asistido a la Misa del Santo. Tenemos que recordar primero que la Eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida
cristiana" (LG 11). Dicho de otra manera, la Eucaristía convoca y reúne a los que profesan la misma fe. No se entiende que puedan participar en ella aquellos que no comparten esa fe. Ni tan siquiera a título representativo (como alcalde o corporación) puede hacerlo. Porque nadie puede representarnos por nuestra fe que es personal. Es una situación que vivimos no sólo en las capitales de provincia, sino en los pueblos. Siempre ese malestar entre algunos miembros de las corporaciones municipales que se ven como obligados a asistir a celebraciones religiosas. Si hay algo que no se puede soportar, por mucha tradición que haya, es que la asistencia a un acto religioso sea obligatoria. Las tradiciones surgen y se mantienen en ciertos contextos socio-culturales que cambian y que piden que se renueven y respondan al sentir de las personas. A nadie se le oculta que San Fermín, o los santos patronos de los pueblos, persisten en esa pseudo-religiosidad que tiene que ver más con la identidad o pertenencia a un pueblo que con la pertenencia a una fe. ¿Cómo conjugar, pues, la libertad de conciencia con la tradición? Creo que bastarían algunos cambios pequeños: en el caso de San Fermín, se podía comenzar con la Misa en el templo de San Lorenzo con el cabildo ya en la Iglesia asisatiendo aquellos fieles que así lo desean, incluidos los concejales que lo quieran, mientras la corporación o el resto de la corporación vendría desde el ayuntamiento directamente hasta la Iglesia. Bastaría con sincronizarlo un poco. Podían esperar unos minutos en la puerta hasta que acabase la misa y saliese la imagen seguida del cabildo uniéndose la corporación para hacer la procesión tradicional. Y se terminaria en San Lorenzo, evitando el bochorno de los insultos de la calle curia, por muy sentido martirial que le dé el Arzobispo y el cabildo.
Pequeños cambios para adaptar las tradiciones a las nuevas sensibilidades, para aclarar lo que significa la fe, para buscar la inclusión, sin que nadie se vea forzado a hacer lo que no quiere. Proponiendo siempre, nunca obligando...
sacerdote navarro en medio rural, deseoso de compartir la fe, experiencias y vida
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