al despertar oigo tu voz de nuevo,
y me pregunto qué me deparará el día,
quizás hoy me deje coger sobre tus hombros,
quizás hoy deje de pensar en otro redil.
Pastor bueno,
cuando no te veo me faltas,
y cuando te veo te ignoro,
y tu voz como un susurro,
que me habla del encuentro incabado,
siempre esperado.
Pastor bueno,
sigo tus huellas, miro tu túnica que toca el suelo,
y a veces pienso que eso es suficiente: los pastos, el aire de la sierra,
el calor de las otras ovejas, su balido unido al mio,
y tu presencia, Pastor bueno, mi Pastor.
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