Qué nostalgia de aquellas noches de Reyes de mi infancia! No había cabalgata de Reyes, ni carrozas ni música por la calle, sólo el relato que nos contaba la madre de lo que iba a pasar y la espectación que sentíamos mi hermano y yo. Primero, poníamos un poco de paja y maiz en los balcones para los camellos, también alguna manta por si los pajes tenían frio... A eso de las diez de la noche, el padre y el abuelo se iban a esperar a los reyes a la entrada del pueblo. Aunque nuca supe por qué decían que iban con una manta mojada... Y nosotros a la cama, excitados, imaginando a esos reyes con sus camellos acercarse a nuestra casa, era imposible dormir, con los oídos atentos a cualquier ruido. Todo era mágico. Y a la mañana siguiente, qué alegría! saltando de la cama, con el pijama puesto, a ver los regalos... Mandarinas y guirlache en el capazo donde estaba la paja del camello. Un exim castillos, un coche de carreras, unos cuentos del Jabato o del Capitán Trueno, unos lápices de colores... poco más. Era más que suficiente. Y luego a la casa de los abuelos a ver si habían dejado algo allí. Recuerdo el frío de las casas, la cama caliente por la "goma" de agua, cuando todavía nevaba estos dias, frío y frío pero el corazón ardiéndome... El día de Reyes no podía faltar la misa con la familia... y luego, despues de comer, en el postre, el Rosco de Reyes, esperando a ver quien encontraba en su trozo la sorpresa que le permitía tener aún un último regalo...
Me preguntaba hoy si los niños de ahora viven esta noche con la misma ilusión, despues que han pasado los Olentzeros y Papás Noeles. Y pienso que Rilke tenía razón cuando decía que la verdadera patria del hombre es la infancia.
No hay comentarios :
Publicar un comentario