Poca gente se percibe
del daño que provocan en muchas personas algunos criterios y pautas de
actuación que la economía actual considera valores indiscutibles. Son, los que
un autor llama “los demonios de la economía” y que actualmente “andan sueltos”.
El primero es, tal vez, el rendimiento. Durante muchos años, los seres humanos
han tenido el sentido común suficiente como para no trabajar más que lo preciso
para llevar una vida satisfactoria.
El capitalismo moderno, por el contrario, elevó el trabajo como el “sentido de la
vida”. El tiempo es oro: "quien no lo aprovecha para ganar, está perdiendo la
vida".
El segundo demonio sería la obsesión por
acumular dinero. Sabemos que el dinero comenzó siendo un medio inteligente para
medir el valor de las cosas y facilitar los intercambios. Hoy sin embargo,
“hacer dinero” es para muchísima gente una especie de deber. Es difícil llegar
a ser alguien si no se tiene dinero y poder económico. La obsesión se hace tiranía
y deseo insaciable que exige toda clase de sacrificios. (estracto Homilética 2-2011)
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