La Iglesia nos invita a hacer un esfuerzo por renovar nuestra vida cristiana, o dicho de otra manera, renovar nuestra relación con el Señor. Pues de esto se trata. Renovar, purificar, reanudar, reconstruir nuestra relación con Dios que está siempre tentada de romperse. La tentación de vivir a espaldas a Dios, es tan vieja como la humanidad. Todos sufrimos la misma tentación. Nuestros primeros padres la sufrieron, Jesús también la sufrió. La tentación de querer ser como dioses sin contar con Dios, querer construir nuestra vida sin contar con Dios, querer tenerlo todo, dinero, poder, fama, riqueza, cueste lo que cueste. Tenerlo todo incluso si para conseguirlo tenemos que pasar por encima de los demás. Vivimos en un mundo en el que se nos está tentando continuamente a dejar a Dios de lado. Es muy difícil resistirse, por eso es necesario que a menudo hagamos este ejercicio de resituar nuestra vida. Así pues, hoy nos preguntamos ¿cómo está nuestra relación con Dios? ¿hasta qué punto Dios es importante en mi vida? ¿a la hora de hacer las cosas me pregunto cuál es la voluntad de Dios?.
Estamos viviendo ya este tiempo de Cuaresma en el que intentamos prepararnos para vivir con alegría la Pascua.
Recordando las tentaciones de Jesús podemos
nosotros también intentar resistir a esas tentaciones buscando alternativas que
afianzen nuestra relación con Dios.
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En primer lugar Jesús fue
tentado a convertir las piedras en pan.
Es una tentación muy sutil, porque en principio sería bueno que Jesús
hiciese ese milagro sobre todo pensando en la gente que necesitaba pan. Es la tentación de hacer cosas, aunque sean
buenas sin contar con Dios. La misma
tentación que nosotros sentimos cuando decimos, yo ya tengo bastante con
trabajar, con sacar mi casa adelante.
Eso de Dios es cosa de beatas. La
respuesta de Jesús es “No sólo de pan vive el hombre sino de toda palabra que
sale de la boca de Dios”. Esto es, no sólo del trabajo y del esfuerzo vive el
hombre, sino que ese trabajo y esfuerzo tienen que estar en línea con la
voluntad de Dios, si queremos que el resultado sea bueno. Quizás nosotros
estamos dejando que nuestra mente y corazón poco a poco estén acostumbrándose a
prescindir de Dios, entre el trabajo que nos absorbe y ese embotamiento que
sufrimos con la telebasura. ¿No es hora
de buscar un tiempo de silencio para rezar, para leer la Biblia, para
empaparnos de la palabra de Dios?
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Jesús fue tentado a utilizar
su poder para imponerse como el Mesías.
Es la tentación de utilizar el poder, el dominio para imponernos a los
demás. Todos estamos continuamente tentados
a ejercer ese dominio y poder en la familia, en el trabajo, en la Iglesia, y a
veces lo hacemos con violencia. La respuesta de Jesús es renunciar totalmente
al ejercicio del poder y ponerse al servicio de los demás. Quizás esta cuaresma
podríamos revisar nuestras relaciones y empezar a darles ese tono de servicio
gratuito que nos identifica con Jesús.
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Por último Jesús es tentado
en lo más profundo de su ser, es la tentación de ser Dios sin contar con
Dios. La tentación de romper con su
Padre. La respuesta de Jesús es taxativa, sólo a Dios se le puede adorar y dar culto.
Nosotros también estamos tentados a conseguirlo todo, la riqueza, la fama, el
poder, sin contar con Dios. Nuestra
respuesta en este tiempo de cuaresma es poner a las cosas en su sitio. Nada
debe ocupar el lugar que sólo a Dios corresponde: el centro de nuestra vida.
Nada, ni las preocupaciones, ni las ambiciones, ni nuestros mejores deseos para
nosotros y nuestra familia, nada debe
anteponerse a Dios. Sólo El merece
nuestra adoración.
Hermanos, la
cuaresma ya está aquí, con su llamada a convertirnos, que el Señor nos ayude a
resistir a las tentaciones que nos apartan de El.
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