Durante estos domingos de
Pascua, estamos escuchando los relatos de las apariciones de Jesús a sus
discípulos. Hoy se nos cuenta la
experiencia de los discípulos de Emaús. En estos personajes estamos reflejados
todos de una manera u otra. Su
experiencia es también nuestra experiencia.
Si el domingo pasado nos identificábamos con las dificultades de Tomás
para creer hoy nos identificamos con la desesperanza de los discípulos de Emaús
que decepcionados por la muerte de su Maestro, se vuelven a su casa.
Esta
también puede ser nuestra experiencia. Muchas veces experimentamos desánimo,
apatía, decepción, desesperanza, y
acabamos huyendo, dejando la comunidad. La Iglesia
nos decepciona, la comunidad no nos dice nada, no encontramos sentido a la
repetición de ritos que ya nos sabemos de memoria. Muchos recuerdan los tiempos de antes en los
que parecía que era más fácil creer. Y muchos, los que todavía permanecemos
fieles nos preguntamos ¿qué pasa en la Iglesia? ¿por qué nuestros jóvenes no
creen y no vienen a misa? ¿por qué nos avergonzamos de decir que somos
cristianos? ¿dónde se ha quedado la fe y la moral cristianas? Tenemos que hacer un esfuerzo por encontrar
una respuesta serena que nos permita salir de esta situación que muchos viven como
paralizante. En definitiva, la pregunta
de hoy y siempre que nos tenemos que hacer es: ¿Qué es ser cristiano?
Todos
sabemos que hemos pasado en pocos años de un régimen de cristiandad en el que
todo estaba regulado por la religión a un régimen aconfesional, plural, en el
que todas las creencias y confesiones tienen cabida. Antes se era cristiano no tanto por
convencimiento, sino porque la sociedad era o pretendía ser cristiana. Todo estaba regulado por la religión, las
ordenanzas del Jefe del Estado y las más mínimas ordenanzas municipales, todo
se hacía en nombre y por la gracia de Dios.
Bastaba con cumplir con unos ritos, con unas prácticas religiosas. Estaba mal visto no venir a misa. Todo el mundo era pretendidamente cristiano,
y el que no lo era quedaba marginado.
Muchos recordaréis este estado de cosas.
Pero también recordaréis y tenéis
que reconocer que lo que se dice ser cristiano, esto es, cumplir y aceptar el
mensaje de Jesús, muy pocos lo cumplían y aceptaban. Aquel régimen de cristiandad parecía que
apoyaba a la Iglesia, y es cierto, la apoyaba llenándola de privilegios, pero
en contrapartida, esa Iglesia tenía que callarse muchas veces ante las
injusticia. En realidad aquella connivencia con el Estado obstaculizaba la
aceptación del mensaje cristiano.
Pero
ahora, todo eso es pasado. Vivimos en una sociedad plural y multicultural, multireligiosa, en régimen de libertad,en
la que los cristianos encontramos pocos apoyos externos. Por eso nuestra fe
pasa necesariamente por una experiencia personal: el encuentro personal con
Jesucristo Resucitado.
Los discípulos de Emaús nos
dan unas pautas para poder tener ese encuentro:
1. Recuperar la
formación, estudio, meditación y oración de la Palabra de Dios: El evangelio no debe faltar nunca en el menú de
cada día.
2. Acoger al que
nos encontramos en el camino de la vida: Predisposición a la
escucha, interés por las personas, invitación a compartir los bienes, la
comida, la estancia...
3. Celebrar la
Eucaristía: como lugar de encuentro con la comunidad y con el Resucitado.
Vivimos
tiempos cruciales para el cristianismo y para nuestra fe, que implican por
parte de todos hacer un esfuerzo para formarnos como cristianos y para pasar de
un régimen de cristiandad a un régimen de comunidad, donde entre todos podamos
construir el Reino de Dios.
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