Con el miércoles de Ceniza, comienza para
los cristianos la
Cuaresma. La Cuaresma
es un tiempo que desde pequeños lo hemos relacionado con tristeza y con
muerte. Cuando nos ponían la ceniza nos
decían: “polvo eres y en polvo te convertirás”.
Sin embargo la tristeza y la muerte no son el verdadero sentido de este
tiempo de Cuaresma. La nueva fórmula que
utilizamos ahora al imponer la ceniza es la de: “conviértete y cree en el
evangelio”, lo cual es más adecuado para comprender el significado de la Cuaresma. Porque,
la Cuaresma tiene un significado de camino hacia una meta o de preparación para
una fiesta, porque en el horizonte de la Cuaresma no está la muerte como meta
sino la Resurrección como vida y fiesta eternas. El día de Pascua la ceniza que ahora
tomaremos dará paso a la
luz. Con nuestras
velas encendidas recordaremos que la luz de Cristo ha vencido a las tinieblas,
y que la vida ha vencido a la
muerte. Por eso no
debemos estar tristes. En todo caso, la
Cuaresma es una llamada a nuestra responsabilidad. Como nos recordaba San Pablo, todavía es
tiempo de gracia, todavía tenéis la oportunidad de reconciliaros con Dios. En este tiempo la Iglesia nos ayuda a poner
en orden nuestra vida. Conviertete y cree en el evangelio. Esto es, cambia tus actitudes de muerte y
cree en el evangelio de la
misericordia. La ceniza nos recuerda que lo único que merece
la pena en esta vida no es el dinero, ni la fama, ni el poder, ni la belleza,
porque todo eso está preñado de muerte, es polvo, lo único que merece la pena,
lo único que permanece en el tiempo y está preñado de vida es el amor y la
misericordia que hayamos dado a nuestro alrededor, porque al final está la
fiesta del amor y la misericordia para todos los que han amado y han sido
misericordiosos en esta vida. La Iglesia
nos propone que practiquemos el ayuno, la oración y la limosna como signos de que para nosotros lo fundamental
está en nuestra relación con Dios, y por lo tanto somos capaces de ayunar para
solidarizarnos con los que pasan hambre, de dar limosna porque nuestro tesoro
está en Dios y no en nuestro dinero y de orar porque no podemos vivir sin la
ayuda del Señor.
Ojalá
que este tiempo que ahora iniciamos, nos sirva para, al menos, tomarnos un poco
más en serio nuestra fe. Y seamos
capaces de convertirnos a las actitudes de amor y misericordia que Dios nos
propone.
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