Hermanos en el sacerdocio, autoridades,
hermanos todos.
Siempre que los cristianos celebramos la
fiesta de un santo, celebramos a Jesucristo, porque todos los santos son iconos
o imágenes de El. Los santos actualizan
en la época que les toca vivir, la vida y actitudes de Jesucristo, la hacen
visible con su entrega y servicio a los demás, con su testimonio a veces hasta
el martirio como nuestro patrono. San
Pablo, del que hemos oído la primera lectura lo hizo en el siglo I. San Blas
dió testimonio en el siglo IV y a nosotros
nos toca ser testigos de Jesucristo en este siglo XXI.
Pero ¿cómo podemos dar testimonio en
un mundo cada día más indiferente hacia la religión y en algunos casos hasta
hostil? A raíz de los atentados de
París, muchos han vuelto a cuestionar la religión como semillero de
violencia... metiendo en el mismo cajón, a todas las religiones... Es cierto que la religión puede provocar fanatismo
asesino, como también lo pueden provocar las ideologías o los
nacionalismos. Esto lo sabemos muy bien
en nuestro país. Pero ser cristiano,
discípulo de Jesucristo, es precisamente el mejor antídoto contra todo
fanatismo. Porque el Evangelio antepone
el bien y la dignidad del ser humano a la adoración del mismo Dios. El rechazo de Jesús a la violencia fué tan
explícito que lo hizo entregándose voluntariamente a los que le mataron. "Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros
como yo os he amado" nos decía hoy en el evangelio y continuaba: Nadie
tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos " ¿Es que
alguien podrá mantener que con este mensaje pueda justificarse la violencia?
Conocemos el testimonio cristiano de
San Blas: En plena persecución de los
cristianos por el emperador Licinio que obligaba a los habitantes del imperio a
quemar incienso ante los ídolos y estatuas paganos, Blas, desoyendo las
súplicas de su comunidad que le pedía que huyese para ponerse a salvo, él se
quedó con ellos y cuando fue apresado, ante el gobernador romano, dijo que él
no, que sólo adoraba al Dios de Jesucristo.
Eso le costó morir decapitado.
Con su ejemplo Blas nos está indicando cómo podemos dar nosotros
testimonio de Cristo hoy. Primero el
rechazo a todo tipo de violencia, y en segundo lugar acostumbrarnos a vivir
nuestra fe en minoría, sin vergüenza
pero con más coherencia.
Y hoy alegrarnos con nuestro Santo
Patrón, que su intercesión ante Dios proteja a nuestro pueblo y su recuerdo nos
ayude a todos a ser fieles a nuestra conciencia y a nuestra fe.
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