lunes, 2 de febrero de 2015

Por San Blas



Hermanos en el sacerdocio, autoridades, hermanos todos. 
Siempre que los cristianos celebramos la fiesta de un santo, celebramos a Jesucristo, porque todos los santos son iconos o imágenes de El.  Los santos actualizan en la época que les toca vivir, la vida y actitudes de Jesucristo, la hacen visible con su entrega y servicio a los demás, con su testimonio a veces hasta el martirio como nuestro patrono.  San Pablo, del que hemos oído la primera lectura lo hizo en el siglo I. San Blas dió  testimonio en el siglo IV y a nosotros nos toca ser testigos de Jesucristo en este siglo XXI.  
          Pero ¿cómo podemos dar testimonio en un mundo cada día más indiferente hacia la religión y en algunos casos hasta hostil?    A raíz de los atentados de París, muchos han vuelto a cuestionar la religión como semillero de violencia... metiendo en el mismo cajón, a todas las religiones...  Es cierto que la religión puede provocar fanatismo asesino, como también lo pueden provocar las ideologías o los nacionalismos.  Esto lo sabemos muy bien en nuestro país.  Pero ser cristiano, discípulo de Jesucristo, es precisamente el mejor antídoto contra todo fanatismo.  Porque el Evangelio antepone el bien y la dignidad del ser humano a la adoración del mismo Dios.  El rechazo de Jesús a la violencia fué tan explícito que lo hizo entregándose voluntariamente a los que le mataron.  "Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado" nos decía hoy en el evangelio y continuaba: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos "  ¿Es que alguien podrá mantener que con este mensaje pueda justificarse la violencia?

          Conocemos el testimonio cristiano de San Blas:  En plena persecución de los cristianos por el emperador Licinio que obligaba a los habitantes del imperio a quemar incienso ante los ídolos y estatuas paganos, Blas, desoyendo las súplicas de su comunidad que le pedía que huyese para ponerse a salvo, él se quedó con ellos y cuando fue apresado, ante el gobernador romano, dijo que él no, que sólo adoraba al Dios de Jesucristo.  Eso le costó morir decapitado.  Con su ejemplo Blas nos está indicando cómo podemos dar nosotros testimonio de Cristo hoy.   Primero el rechazo a todo tipo de violencia, y en segundo lugar acostumbrarnos a vivir nuestra fe en minoría,  sin vergüenza pero con más coherencia.

          Y hoy alegrarnos con nuestro Santo Patrón, que su intercesión ante Dios proteja a nuestro pueblo y su recuerdo nos ayude a todos a ser fieles a nuestra conciencia y a nuestra fe.

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