sábado, 21 de marzo de 2015

La cruz en el horizonte... 5º domingo cuaresma



Estamos ya cerca de la Semana Santa, el próximo domingo celebraremos el domingo de Ramos.  Desde el domingo pasado la liturgia nos está introduciendo pausadamente en la contemplación de la Cruz.  La muerte aparece en el horizonte de Jesús.  El evangelista San Juan nos describe el temor y la angustia que Jesús está sintiendo.  Un temor y angustia que llegará a su paroxismo el Jueves Santo.   Jesús no quiere morir, todo su ser se rebela ante el sufrimiento y ante la muerte.  Pero Jesús también es consciente de su misión, la misión de mostrar al mundo el rostro misericordioso de Dios, y esa misión Jesús la ha asumido con todas sus consecuencias.  Jesús es consciente de que el mundo rechaza a Dios, el mundo del poder, del dinero, de la explotación de unos hacia los otros, rechaza a un Dios Padre que quiere la igualdad y la hermandad de todos sus hijos.  Por eso Jesús, no se engaña, acepta aunque con angustia, la muerte que se avecina.  Y esta aceptación la hace confiando en Aquel que le encomendó la misión.

          El dolor, el sufrimiento y la muerte, aparecen ante Jesús y también aparecen ante nosotros.  Todos los seres humanos nos enfrentamos tarde o temprano a estas realidades.  Nadie puede escapar ni huir de ellas.  Todos necesitamos luz para comprender y para enfrentarnos con serenidad al sufrimiento y la muerte.  Esa luz nosotros creemos encontrarla en la vida y muerte de Jesús. “Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”, estas palabras de Jesús nos invitan a mirarle colgado de la cruz. Y una primera mirada a la cruz nos dice que el Dios vivo de Jesús quiere que luchemos enconadamente contra todo aquello que posibilita el sufrimiento y la muerte.   Luchar para que nadie sufra por ser ni pensar diferente a nosotros,  luchar para que nadie muera de hambre o de sed, luchar con todos nuestros medios para que las enfermedades sean vencidas... Una segunda mirada a la cruz nos habla de lo inevitable, del dolor y sufrimiento que no podemos evitar por mucho que luchemos, la muerte acaba siempre apareciendo.  Es el momento de confiar, confiar en que Dios tiene la última palabra sobre nuestra vida,  confiar en su amor siempre fiel, confiar en que la fuerza de la vida y del amor es más fuerte que la muerte.  La pequeña parábola que Jesús nos ha dicho hoy: “Si el grano de trigo no muere, queda infecundo, pero si muere, da mucho fruto”, ilumina perfectamente esa cualidad de la muerte que pasa desapercibida para nosotros,  muerte como transformación, muerte como fecundidad, muerte como paso a una realidad muchísimo más rica.

        La muerte de Jesús ilumina nuestro caminar de hoy, nos descubre en dónde está lo importante, nos empuja a tomarnos en serio nuestra vida, nos invita a confiar y a abrirnos a los demás, anticipando ya la apertura definitiva y confiada que en aquella hora tendremos que hacer ante Dios.  

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